Redimiendo la FIV: un camino a seguir para los cristianos protestantes conservadores

Descubre cómo los cristianos protestantes conservadores pueden reconciliar la ética religiosa con el uso de la fecundación in vitro (FIV) en este artículo de Samuel Caraballo.

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Samuel L. Caraballo

7/3/20244 min read

“Señor Todopoderoso, si te dignas mirar la desdicha de tu sierva y te acuerdas de mí, y no te olvidas de tu sierva, sino que le das un hijo varón, yo se lo entregaré al Señor por todos los días de su vida…” ― La oración de Ana en 1 Samuel 1:11

La lucha contra la infertilidad está profundamente entretejida en la narrativa bíblica, como lo demuestran las historias de Abraham y Sara, Rebeca e Isaac, Raquel y Jacob, Manoa y su esposa, Ana y Elcaná, y Elisabet y Zacarías. En cada uno de estos relatos, encontramos súplicas desesperadas por hijos genéticamente relacionados en medio de la agonía de no poder concebir. En su infinita misericordia, Dios alivia la angustia de estas parejas permitiéndoles tener hijos. A pesar de los avances médicos, la aflicción y la frustración de la infertilidad continúan afectando a miles de parejas hoy en día, muchas de las cuales se identifican con la fe protestante.

Cuatro de cada diez adultos (42%) en los Estados Unidos dicen haber utilizado tratamientos de fertilidad o conocer personalmente a alguien que lo ha hecho. La fecundación in vitro (FIV) es uno de estos tratamientos. Más de 8 millones de bebés han nacido mediante FIV desde 1978, y se realizan más de dos millones de procedimientos de FIV anualmente en todo el mundo. A pesar de su seguridad general y alta tasa de éxito, la Convención Bautista del Sur (SBC, por sus siglas en inglés), la denominación protestante más grande de EE. UU., está instando a sus miembros a evitar la técnica y considerar la adopción o el cuidado de crianza como medios alternativos para formar sus familias.

Como bioeticista cristiano protestante conservador, comparto las preocupaciones de la SBC contra las prácticas biotecnológicas que no respetan la santidad de la vida embrionaria humana. También reconozco que la implementación actual de los procedimientos de FIV ha llevado a la creación de millones de embriones humanos, muchos de los cuales están almacenados indefinidamente o están en riesgo de destrucción. Sin embargo, no creo que desalentar a las personas de utilizar la FIV sea la manera correcta de abordar este dilema ético.

El uso de la FIV requiere la misma distinción moral que los protestantes conservadores han hecho en relación con el uso de la tecnología. A diferencia de nuestros hermanos católicos, hemos aprendido a mantener la santidad del matrimonio entre un hombre y una mujer al tiempo que admitimos el uso de anticonceptivos que no ponen en peligro la vida embrionaria. Hemos aprendido a abrazar los beneficios de la investigación con células madre mientras establecemos distinciones morales cruciales entre las versiones embrionarias y adultas de esa tecnología. Apoyamos la adopción de embriones sobrantes a pesar de que la implementación de este procedimiento reproductivo asistido separa el acto sexual del acto de procreación. Por lo tanto, la FIV es otra oportunidad providencial para aprender a separar “el trigo de la paja”.

Utilizar la FIV de maneras que no traten a los embriones humanos como productos desechables es tanto un imperativo moral como un objetivo factible. Este enfoque requiere esfuerzos concertados para implementar políticas y prácticas que respeten la santidad de la vida humana desde la concepción. Por ejemplo, debemos examinar métodos como la vitrificación de ovocitos, que permite congelar óvulos que pueden ser fertilizados e implantados posteriormente. Combinado con el perfeccionamiento de los procedimientos de transferencia de un solo embrión (SET, por sus siglas en inglés), podemos tratar a los pacientes de manera efectiva y eficiente mientras eliminamos la necesidad de crear embriones sobrantes. Realizar esta visión requerirá colaboración interdisciplinaria con instituciones científicas y agencias gubernamentales para desarrollar y perfeccionar tales enfoques. Hacerlo, sin embargo, contrarrestaría la apropiación secular de herramientas tecnológicas destinadas a traer vida en lugar de destruirla. Este esfuerzo colaborativo puede transformar la FIV en una práctica que se alinee con nuestras convicciones morales, promoviendo el respeto por la vida humana y la compasión. Más importante aún, este proceso haría justicia a aquellos que de otra manera tendrían la capacidad de procrear, pero no pueden hacerlo debido a una discapacidad fisiológica que se lo impide.

Al igual que en tiempos bíblicos, Dios continúa atendiendo las oraciones de aquellos afligidos por la infertilidad. Sin embargo, en la misericordia providencial de Dios, ahora tenemos el conocimiento y las herramientas para aliviar condiciones que, en el pasado, solo podían ser abordadas a través de la intervención divina. Debemos reconocer el valor de la FIV para ayudar a mitigar la miseria y la frustración experimentadas por miles de individuos, muchos de los cuales también reconocen la santidad de la vida embrionaria humana. Por lo tanto, nuestros esfuerzos deben centrarse en financiar, apoyar y promover la implementación de políticas y procedimientos de FIV que respeten nuestros valores. Nuestro mandato bíblico de “llorar con los que lloran” también debe impulsarnos a imaginar oportunidades para alegrarnos con ellos mientras preservamos la integridad de nuestra fe. Hemos navegado por aguas tan complicadas antes y debemos hacer lo mismo nuevamente con la FIV.

Samuel L. Caraballo es pastor cristiano y "teaching fellow" en la Escuela de Medicina de Harvard. Es estudiante doctoral en Bioética en la Escuela de Medicina Stritch de la Universidad Loyola de Chicago.